jueves, 26 de mayo de 2016

Reseña: EL HIJO DEL MISSISSIPPI de Juan de Dios Garduño.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

EL HIJO DEL MISSISSIPPI de Juan de Dios Garduño.

Jacob Walters en sus sueños infantiles quería convertirse en un piloto de los barcos de vapor que surcaban el Mississippi, aunque no lo ha conseguido, porque la vida se ha entrometido en sus planes, obligándole a crecer más deprisa de lo que le hubiera gustado y teniendo que abandonar las fantasías para conseguir sobrevivir. Jacob solo ha querido una cosa desde que era un niño: venganza. Sin embargo, esa obsesión que se convierte en su objetivo en la vida, no es suficiente, aunque resulta ser la fuerza que le impulsa a continuar, a pesar de la crueldad y de la violencia que se interponen en su camino.

Jacob es ahora un hombre sin rumbo, un tipo peligroso para los demás, e incluso para él mismo. Porque los recuerdos del pasado resultan demasiado dolorosos como para olvidarlos.

Hay quien dice que un libro puede cambiarle la vida a una persona. Los hay que ante tal afirmación predican cosas como "No te flipes tanto chaval, que no todos comemos libros como tu", y otros sencillamente siguen viendo el partido de fútbol. Bueno, como queráis, pero es indudable que para muchos escritores ha sido la lectura de una u otra obra la que les ha impulsado a querer ser novelistas y narrar esas historias que la imaginación desbordante de sus mentes necesitaba como vía de escape.

¿Cuántos autores reconocidos de la literatura fantástica deben el escribir sus primeras líneas a Tolkien o Michael Ende?, ¿Qué habría sido del panorama de las obras de terror si autores como Poe, Lovecraft e incluso Stephen King no hubiesen existido? Y no cesa el hecho de que constantemente alumno se convierta en profesor y estos descubran a los jóvenes ansiosos de experiencias nuevas vocaciones, ventanas abiertas a muchas posibilidades e influencias que marcarán su camino a recorrer a partir de entonces.
Luego están esos otros autores. Esponjas de conocimiento e ideas, escritores que no paran de descubrirse a si mismos y a los demás con nuevas facetas literarias, que evitan encasillarse en un género o estilo concreto y arriesgan pellejo y seguidores ofreciéndonos otras caras... miren a Víctor Blázquez o a Ignacio Cid Hermoso, e incluso a Darío Vilas. Y parece ser que Juan de Dios Garduño leyó mucho en su tiempo, y le fascinaba lo que leía, y quería escribir sobre ello...
... Y le echó un par de huevos.

Y PESE A TODO surgió de la nada, en pleno nacimiento y auge de la moda de escribir sobre zombis, y lo hizo llevándose por delante todos los tópicos del género ofreciendo una historia distinta, original, tan terrorífica como enternecedora. Tal fue su repercusión que el director Miguel Ángel Vivas se atrevió a llevar la historia a la gran pantalla. Una película que bajo el nombre de Extinction será mejor y más saludable para todos que no reseñe en este blog. Pero ¡Eh! consiguió con una sola obra que su trabajo se convirtiera en película. Bravo.

El terror ha sido una constante en la obra de Garduño, muestra de ello son la excelente recopilación de relatos APUNTES MACABROS, la cruel y a la vez dramática EL CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS o la no tan convincente EL ARTE SOMBRÍO. La cuestión es que el trabajo del autor siempre ha estado llena de influencias que rememoras lecturas y experiencias pasadas, pero manteniendo siempre altas dosis de originalidad necesaria para que su prosa y su estilo tenga firma propia y reconocible.
La reminiscencias de lecturas pasadas, de deseos de escribir sobre las aventuras vividas y arrancarse ese gusanillo del "qué pasaría si escribiera sobre..." parecen haber alcanzado su máximo ejemplo con su última novela: EL HIJO DE MISSISSIPPI.

Parece que en un momento dado, Nueva Orleans, el río Mississippi y los barcos de vapor y toda la magia que esconde la gente y las historias que allí se cuentan encandilaron al autor, y tengo que reconocer que cierta historia ambientada en la capital del vudú me atrapó como pocas novelas, hasta el punto de considerarla a nivel personal la mejor historia de vampiros que he leído jamas. Me refiero obviamente al SUEÑO DEL FEVRE de George R. R. Martin.
Sin embargo, en apariencia EL HIJO DEL MISSISSIPPI parecía acercarse más a clásicos inmortales como las aventuras de Tom Sawyer y  Huckleberry Finn escritas por Mark Twain, pero solo en apariencia, porque aunque las semejanzas entre ambas sean evidentes, la obra de Garduño no se aleja demasiado de lo que el autor está acostumbrado a ofrecernos, lo que se traduce en drama, violencia, intriga, una pequeña dosis de fantasía y otra de terror (para no olvidarnos el motivo por el que el escritor empezó en esto de la escritura), formando una novela, una historia que son muchas historias a la vez.

EL HIJO DEL MISSISSIPPI nos presenta a Jacob Walters, el cual, durante la segunda mitad del siglo XIX vivió su infancia en el pequeño pueblo de Hannibal, a orillas del Mississippi. Un niño como cualquier otro, travieso, rebelde, que daría la vida por sus amigos o por probar la última golosina que ha llegado al pueblo, y sueña con el día en que será el capitán de barcos de vapor más famoso del continente. Poco imaginaba que a raíz de un revés del destino su vida se volvería tan complicada que solo los locos le darían un mínimo de credibilidad.
La trama en conjunto es una historia de venganza, la pérdida de la inocencia y la caída de un niño al mundo adulto con la crueldad y los peligros que todo ello entraña. Una historia de superación, de como el ser humano cuando cae, vuelve a levantarse encarando al obstáculo de frente. De nuevo, lo que Juande nos trae en su último trabajo es un mapa del alma humana.

Y digo de nuevo porque si algo ha caracterizado la mayoría de las novelas del autor sin la profundidad de sus personajes y su funcionalidad como espejos del mundo, donde lo mejor y lo peor (sobretodo lo peor) del hombre se refleja, a veces de forma nítida, otras de manera deformada exagerando sus rasgos y quizá si, humanizándolos más de lo normal. Por las páginas de la novela se pasearán personalidades borrachas de emociones, desde su protagonista Jacob, una inestable balanza de amor y odio, la familia Hickok, fiel reflejo del abuso del poder de la época, el inocente Noah, y la insoportable (Si, a mi me resulta pedante y soberbia) Emma, todos ellos son piezas en un puzzle que juntos conforman la imagen de la madurez, de los sueños truncados... en definitiva, de la vida.
Personajes ficticios y reales como el mismísimo Mark Twain o Marie Laveau se cruzarán en la vida de Jacob durante su búsqueda por recuperar lo que le fue arrebatado y ver cumplida su venganza.

Pero tengo que comentar un problema que tengo con la novela...

Leer EL HIJO DEL MISSISSIPPI es como contemplar un cuadro. Obviamente lo que más se valora es la pintura, las figuras que allí quedan retratadas, el paisaje, etc. Pero cuando toda esta belleza está rodeada por un marco que no es el adecuado el conjunto llega a desentonar.
A ver, la novela se divide en tres partes que se desarrollan en un crescendo de acontecimientos y emociones. Sin duda mis partes favoritas son la primera y la tercera, en la que se entremezclan presente y pasado del protagonista en las calles de Hannibal, y su paso por otros terrenos. Quizá la parte más conmovedora y realista de la obra, a veces dejando incluso un gusto casi biográfico, como si leyéramos un fragmento de la historia del pequeño pueblo de Misuri.
Es a partir de la segunda parte en la que la historia deriva a nuevas vertientes, convirtiéndose en una novela de aventuras donde los elementos fantásticos, algunos heredados del más puro pulp empiezan a ganar protagonismo. El problema es que dichos elementos parecen puestos de manera forzada en ocasiones, como si su objetivo fuera exclusivamente sacar del apuro en que ha metido el autor a sus personajes, y ya se sabe que cuando algo tiene difícil solución la magia es la vía rápida. En esto juega mucho la predisposición del lector acerca de lo que va a leer, porque por ejemplo cuando me aventuré en la lectura del libro, me hice a la idea de que la historia no se iba a alejar de hechos que tranquilamente podrían pasar por verídicos, por lo que cualquier elemento que se alejaba de la realidad resultaba doblemente chocante. Así, si alguien empieza a leer EL HIJO DEL MISSISSIPPI concienciado de que va a encontrarse una novela de aventuras donde todo es posible ya le puedo ir adelantando yo que va a ser una de sus lecturas favoritas del año.

Tal vez estos elementos, que de tan llamativos resultan casi artificiales sean el único punto negativo que encuentre en la novela. Son complementos cuyo uso puede resultar decepcionante al ser utilizados como escape para que a historia avance, pero repito, esto no es un defecto sino una diferencia de opiniones entre lo que yo creía que iba a encontrar y lo que el libro realmente me ofrecía...
¡Ah!, ¿Que hablábamos de puntos negativos? Emma. Lo siento de nuevo, pero de esa mujer no puedo sacar nada bueno.

Lo que hay que admitir es que EL HIJO DEL MISSISSIPPI posee ese factor que hace que una buena novela se convierta en excelente, y es sencillamente que aunque sea la novela más larga que ha escrito Juan de Dios Garduño, es también la que más corta se te hace. El cabrón (con perdón) atrapa y no te suelta. La excelente documentación histórica y turística (no tanto sobre el funcionamiento de los barcos de vapor tal y como hizo Martin) que posee la narración, el ir y venir constante de nuevos personajes e incluso la casi morbosa curiosidad de como va a ser la próxima manera en la que el escritor putée a su protagonista convierten a este libro en una obra llena de contrastes a la cual si se le suprimieran algunas escenas bien podría pasar por una historia para toda la familia, pero cuyo espíritu en esencia cruel (no hay venganzas bonitas) y fiel reflejo de los instintos humanos que representan cada una de los personajes, ofrece a cualquiera que elija esta lectura un entretenimiento asegurado, lleno del cariño y personalidad de su autor, lo cual ya es señal de calidad.

EL HIJO DEL MISSISSIPPI, concluyendo, no defrauda a nadie que tenga sus expectativas tan altas como cada vez que abre un libro de Garduño (Menos cierto relato de una antología de temática zombi, eso fue imperdonable). Si quería conseguir escribir una novela para el recuerdo, que nos descubra a un autor que es capaz de regalarnos una brillante historia fuera de su género predilecto, capaz de transportarnos a un tiempo y unos paisajes que acompañaron las lecturas de su pasado en una época tan dura como mágica y demostrar de nuevo que es capaz de hacernos reír, llorar, estremecernos o emocionarnos en una misma historia... puede respirar tranquilo, porque el broche de oro se lo ha ganado.

1 comentario:

  1. No podría estar más de acuerdo contigo, y de hecho, así mismoi lo comenté en Facebook cuando hice mi primera valoración. Ese capítulo medio, al menos para mi y para mi gusto personal, me pareció fuera de lugar en relación al resto de la historia, que por si misma y su `realismo´, se defendía de forma excelente por méritos propios.

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