martes, 27 de septiembre de 2016

Reseña: RÓNDOLA de Sofía Rhei.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

RÓNDOLA de Sofía Rhei.

Se acabaron los cuentos de hadas con final feliz: bienvenido a un cuento no apto para menores ni para los amantes de lo políticamente correcto, dispuesto a herir todas las sensibilidades

Hereva es la joven princesa heredera de Tertius, uno de los tres reinos de Róndola. Después de pasar los últimos cinco años en la Academia Superior de Costura para Damiselas Impecables y durante su ceremonia de graduación, todo su mundo se tambalea cuando dos paladines irrumpen en el castillo para salvarla del supuesto dragón que la tiene presa. A partir de ese momento, ella y sus inseparables amigas iniciarán un viaje lleno de aventuras con el objetivo de encontrar un remedio que libere a sus padres, los reyes de Tertius, de un terrible hechizo. Por el camino se encontrarán con hombres que se convierten en animales, unicornios que atacan a las mujeres que no son vírgenes y caperucitas con muy mala leche. Y Hereva descubrirá el sexo, el amor y alguna cosa más…

¿De qué manera interpretamos los cuentos de hadas cuando somos adultos? O al menos cuando la sociedad nos dice por las malas que ya hemos pasado esa línea que delimita esa madurez.

Cuando somos pequeños, los cuentos, las fábulas y leyendas que narraban nuestros padres, libros e incluso la televisión abrían nuestras mentes, dejando que nuestra imaginación se desperezara volando libremente, alimentaba nuestros sueños cuando nos metíamos en la cama, e incluso hacía surgir las primeras muestras de miedo cuando se nos narraba lo que les hacia el hombre del saco a los niños que no querían dormirse. Pero también nos demostraba que a veces un poco de sufrimiento conllevaba a veces alguna recompensa (Ahí estaba el ratoncito Pérez, que te dejaba una moneda a cambio de tu diente).
Con los años, esas características educativas, el sentir que estas aprendiendo valores que te convertían en mejor persona, terminaban acrecentándose y con ello nuestra manera de ver a nuestros personajes favoritos, pasando de ser amigos en mundos imaginarios a profesores en el mundo real. Pinocho dejaba de ser una marioneta de madera con deseos de ser un niño de verdad para convertirse en la más radical de las imágenes que representaban los peligros de mentir. Los tres cerditos se veían entonces como una alegoría a la pereza y sus terribles consecuencias, y Peter Pan realmente no quería secuestrarte en un arrebato infantil y egoísta y llevarte a combatir contra malvados piratas hasta el fin de los tiempos, solo quería que tuvieras vivo en tu corazón ese pequeño niño interior, por mucho que crecieras, por poco que soñaras.

Los tiempos cambian y con ello nuestra mentalidad y la prioridad a la hora de prestarle más importancia a una clase de valores morales en lugar de a otros. Traducido: Nos hemos convertido en unos tiquismiquis que protestamos por cualquier detalle que en nuestra mente se vuelve inmoral y censurable mientras luchamos por una libertad que nosotros mismos nos arrebatamos con nuestras quejas. No faltará quien vea una atroz muestra de inhumanidad cuando, en pleno funeral un desconocido irrumpa en la escena ante siete pares de asombrados ojos y se de el lote con el cadáver de Blancanieves, o quien se ofenda ante la salvaje muestra de maltrato animal que se describe mientras Caperucita y su tierna y amable abuela llenen de piedras el estomago de un pobre lobo hambriento.

En la actualidad las preocupaciones son otras aparentemente, y aunque sigan existiendo escritores que apuestan por el cuento de hadas más inocente, estos empiezan a adquirir nuevos matices que acercan las historias al género del terror o el erotismo entre otros, es decir decirle al adulto que los seres mágicos sí existen, y maduran con él. RÓNDOLA, la nueva novela de Sofía Rhei  parece llegar para convertirse en el ejemplo perfecto del nuevo camino que el cuento popular y la fantasía de nuestro país parece estar tomando o al menos, el que quiere mantener su esencia más inocente a la vez que reivindicativa.
Porque una frase como "Un cuento de hadas capaz de herir todas las sensibilidades" acompañando al título sin duda resulta un detalle cuanto menos llamativo y provocador, pero ¿Cuánto de verdad hay en esa afirmación?

Dejando de lado la evidente dirección artística que destaca en el aspecto exterior del libro, el extenso currículum de la autora (donde destacan las aventuras del joven Moriarty) hacen adivinar que estamos ante un cuento de hadas para adultos, una historia de fantasía dirigida mayormente a un publico juvenil donde (y tirando del tópico) los mayores también encontraran una grata lectura, aunque nada que les sonroje, ni que les haga sentirse ofendido o asqueado, al menos si se tienen dos dedos de frente así que sí, el marketing al que ha recurrido la editorial es nuevamente exagerado  Un aspecto éste (el estar dirigido a un público joven) que en su tiempo podría haberme echado para atrás a las hora de animarme en su lectura, pero que he aprendido con la experiencia a no verlo nunca más como un impedimento o pega... pero me enrollo y ya va siendo hora de profundizar en RÓNDOLA.

Muchos defienden que la impresión más importante que deja una lectura es aquella que se nos pasa por la cabeza nada más pasar la última página del libro. Haciendo caso a esta teoría, reconocería en el último trabajo de Sofía una novela destinada a ganarse montones de adeptos, seguidores dispuestos a ampliar el fandom en torno a la obra y a explotar al máximo el mundo con forma de rosquilla creado por la escritora, una historia destinada a cosechar éxito tras éxito, un soplo de aire renovado para la fantasía patria...
Si, veo todo eso, pero por desgracia no quiere decir que también comparta esa impresión. Y es que RÓNDOLA, la nueva apuesta de la editorial Minotauro e ha dejado bastante frío en su conjunto.

Dentro de la originalidad que pueda sugerir la obra, en indudable que estamos ante la historia de siempre, con los elementos de siempre y los objetivos de siempre, un perfecto esquema de la tradicional historia de fantasía épica representada por un viaje a tierras desconocidas por parte de un grupo de pintorescos personajes, viviendo infinidad de aventuras, enfrentándose a innumerables peligros para finalmente, conseguir sin darse cuenta el objetivo más importante: descubrirse a ellos mismos, volverse mejores personas para con sus compañeros y/o adversarios y ya está, no hay mucho más que decir. Ahora lo importante es saber rellenar páginas y páginas de situaciones entretenidas para el espectador y elegir el tono con el que se quiera contar la historia. Y es en esta decisión donde pueden empezar a surgir los problemas o los aciertos.

El mundo que Sofía Rhei ha creado para su RÓNDOLA se compone en buena parte de retazos de personajes, paisajes y situaciones que nos han acompañado desde muy pequeños. Cuentos populares muy bien moldeados para la ocasión, folclore tradicional adaptado a las circunstancias conforman un escenario colorista, lleno de claroscuros, de seres mágicos y personajes estrambóticos pero en muchos casos también reconocibles, lo que hace brotar cierto aire nostálgico entre aquellos que nunca han olvidado las maravillosas historias de castillos encantados, príncipes convertidos en sapos y carrozas hechas con calabazas. Este trasfondo, el contraste entre el bien y el mal que habita en él, (no siempre fácilmente diferenciables) sus pintorescos protagonistas y habilidades y demás pequeños detalles suponen el mayor acierto y atractivo de RÓNDOLA. Sin embargo, no deja de ser un entorno agradable donde vamos a ver, repito, la historia de siempre. ¿O debería decir TODAS las historias de siempre?

Pese a que la novela narra una historia aparentemente sencilla y fluida, su lectura puede resultar demasiado larga e incluso en ocasiones pesada. Por supuesto, los primeros capítulos no decepcionan y establecen en el lector una idea clara del estilo de la narración, presentándonos a sus protagonistas de una manera que a veces roza el suave y dulce tono infantil de los cuentos, sacándote una sonrisa siempre que puede, por muy chico duro que quieras aparentar... el problema es que llegado a cierto punto los capítulos empiezan a sucederse sin pausa pero también sin un contenido relevante.
Enfrentamientos con criaturas extrañas, rescates, acertijos que resolver, platos que comer.. todo ello enriquece el mundo ideado por Sofía, pero no siempre nos sentimos agarrados a la trama central, sino que parece retrasarnos sin motivo aparente en nuestro camino.
Así, RÓNDOLA es un viaje en línea recta, sin atajos pero con constantes paradas, como si nos encontráramos en una exposición de dioramas de escenas que rinden homenaje y tributo (Ahí el valeroso caballero enfrentándose a la araña gigante, aquí el gentil ejercito de su majestad vence a los malvados nigromantes) a la fantasía, pero donde el nexo que las une en frágil cuando no inexistente, por no hablar de las resoluciones de muchas escenas, sobre todo aquellas que suponen algún peligro para los protagonistas, que son salvados por un factor casualidad que a veces resulta excesivo y exasperante. Situaciones tipo "Me ataca un vampiro, menos mal que hace un momento me dio por robar una ristra de ajos y el cura del pueblo me regalo este precioso crucifijo hace escasos cinco minutos." o "Solo puedo entrar en esta cueva llena de tesoros de la que me hablaron ayer con un amuleto. Que curioso que el que me regaló mi madre antes de morir hace veinte años encaje a la perfección." (Estos ejemplos son ficticios), van sumándose a lo largo de toda la obra, anulando casi cualquier posibilidad de sorpresa o giro dramático.

 RÓNDOLA es además un nido de referencias clásicas, pero no solo en su apartado visual como hemos hablado anteriormente, sino también en su estilo. El libro abarca la fantasía en casi todas sus vertientes y entre las páginas encontraremos intrigas, acción, reflexiones que tocan temas como el sexo, la personalidad, la diferencia entre clases sociales o la libertad, por supuesto el romance irá ganando protagonismo e importancia a medida que avancemos, y la comedia será una constante. Un humor suave que a veces toca la sátira (Se intuye a Sir Pratchett entre las influencias), otras la parodia y alguna que otra vez se recurre a la dura crítica en clave de sonrisa. Pese a eso, la conexión entre los temas serios a tratar y ésta casi perenne comedia puede terminar por crear confusión a lector, que no sabe qué debe tomarse en serio y qué no, como cierta situación que encontraremos en el último tramo que nos hará creer que estamos jugando a encontrar el garbanzo entre los tres vasos, pero con los ojos vendados y trampillas ocultas bajo dichos vasos.

Con RÓNDOLA, Sofía Rhei ha creado un campo de cultivo donde aun puede plantarse y cosecharse muchísimas ideas (Ejemplo de ello es el almanaque promocional y gratuito que acompaño el lanzamiento de la novela), pero que por algún motivo (¿No saber cuando una novela está completa?, ¿Querer añadir demasiadas ideas e historias en un solo tomo?) es como si la autora hubiera echado todas las semillas que almacenan su imaginación en un espacio muy limitado pese a tener mucho más terreno libre, germinando todas a la vez, eclipsándose unas a otras, robándose la luz, rompiéndose en su afán de crecer, saturando una imagen que en principio debería ser bella cuanto más se mirara, no aburrida. En otras palabras, para que se me entienda: de las casi seiscientas páginas que componen el grosor de la novela, doscientas son suficientes para describir perfectamente el eje principal que mueve a Hereva y sus amigas y a De Riteris (mi favorito) en pos de un objetivo ¿común?. El resto no son sino adornos, extras que ilustran mejor nuestros pasos y de vez en cuando nos devuelven a ese tiempo donde cada historia recordada era una lección aprendida. Aunque a favor he de decir que en el presente en que vivimos donde la homofobia, la eterna lucha entre géneros o el racismo tristemente siguen siendo temas populares, Sofia da con RÓNDOLA una serie de acertadas lecciones que lejos de extremar o llevar a una dirección errónea ideas tan importantes como el feminismo o las relaciones sexuales, estas son ofrendadas al lector como cosas tan obvias que resulta imposible negar su naturalidad.

Es, en definitiva, una novela donde se disfruta más lo que se lee entre lineas que con su texto escrito, pero no olvidemos que esta obra contiene tantas ideas como interpretaciones, y por ello tan propensa a ganarse tantos fans como detractores. ¿A qué bando perteneces tu? Solo de ti depende.

martes, 20 de septiembre de 2016

Reseña: VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO de Alicia Sánchez Martínez.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO de Alicia Sánchez Martínez

Violeta es una adolescente que, además de tener un cuerpo extraño (es alta y muy delgada, como un esqueleto viviente) asegura tener poderes paranormales. Cuando su madre, Sola, sufre un ictus, Violeta quedará a merced de todos aquellos que quieren aprovecharse de ella: Flora, una escritora romántica pretende lucrarse con sus poderes, Dalia, una dominatrix obsesionada con su inusual belleza y, sobre todo, el doctor Alexander, un científico loco que desea utilizarla en sus crueles experimentos. 

Pero Sola logra recuperarse y no tardará en vengarse de todos aquellos que han querido arrebatarle a su pequeña. Con el cuerpo y el alma deformados por el dolor, la madre coraje luchará con uñas y dientes para proteger a su hija, la niña rara, la atracción de feria, la flor más hermosa del jardín de fuego.

No siempre es fácil dar una opinión por escrito de un libro, al contrario de los que muchos puedan pensar. Esto no trata de dejar fluir las emociones, los sentimientos que ésta puedan hacer aflorar en el lector, ni de hacer un breve resumen del argumento, los personajes y el ritmo narrativo, decir "Esta todo muy chulo", "Es el nuevo Stephen King" o "Para fans de Juego de Tronos", y ¡Ea! ya tengo la reseña de la semana.
Bueno, vale, a veces sí que es relativamente fácil escribir una reseña. Por ejemplo, cuando la novela es muy buena, lo normal es que los elogios salgan tan fácilmente que lo complicado es no caer en frases predefinidas y usadas como comodines críticos ("...no dejará indiferente", "...te engancha de principio a fin", "...destinada a convertirse en clásico"). También es fácil, y casi morbosamente divertido cuando, por contra, te topas con un libro infame, ya que hablar de él supone un desahogo para el lector que esperaba disfrutar de una buena lectura y ésta ha terminado convirtiéndose e una pesadilla encuadernada.

Sin embargo, constan casos en los que las reseñas literarias se convierten en un auténtico reto. Sin salirme de mi experiencia personal, he leído obras que ni me han gustado ni me han disgustado, sencillamente no me han dicho absolutamente nada, y la emoción que pueda resultar la experiencia se asemeja a la que se consigue leyendo las etiquetas de los botes de champú cuando vas al baño y te olvidas el teléfono móvil...
... Y luego está el caso que supone un especial combate interno para el reseñador: el de la novela que no ha entendido o cree entender pero siente que algo se le ha escapado. Algo que le imposibilita hablar de ello con total seguridad y confianza. Y es algo así lo que me ocurre en este mismo momento mientras pienso qué decir acerca de VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO, la primera novela de Alicia Sánchez Martínez.

Que es una obra de ficción es evidente tras leer la sinopsis, pero hasta aquí llegan las etiquetas fácilmente reconocibles. VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO es una obra de carácter minimalista pero a la vez de una complejidad simbólica a menudo desmedida.

El extraño viaje que nos propone la retorcida mente de Alicia recorre paisajes llenos de placer, pero también de dolor, en ocasiones, ambas sensaciones mezclándose en una perfecta simbiosis que afecta física y espiritualmente a los personajes. Encontramos fragmentos de terror en sus páginas, buena parte de intriga, ligeras pinceladas fantásticas y altas dosis de drama provocado por la ruptura del hilo que separa el amor en un extremo, el odio en otro. Aún así, esta es una novela realmente agenérica. Ninguna de sus vertientes destaca por encima de otras, componiendo un cóctel con muchos matices en sus sabores, pero donde realmente nos es imposible encontrar el elemento base.

Violeta es una joven con unas habilidades tan especiales como su aspecto físico, cualidades que convierten el deseo de la gente que rodea a su madre Sola en una peligrosa obsesión y donde cada uno será capaz de lo que sea por conseguir su pedazo de pastel cuando ésta sufre un ictus que deja a su hija en un precario estado de vulnerabilidad frente a los propósitos de los que les rodea.

Estamos ante una historia contada de una manera poco común. Ya sea accidental o de manera intencionada, la personalidad de sus protagonistas viene reflejada por sus actos más que por sus pensamientos o emociones. Es el escenario en el que son colocados, las circunstancias y las acciones las que hablan por ellos y nos ofrecen un breve análisis de cómo son, y digo breve porque yo al menos no he conseguido ya no empatizar, sino a considerarlos reales, ver que se mueven por sus propios instintos y no siguiendo las ordenes de una batuta invisible.
Pero antes de que saquéis conclusiones precipitadas aclarar que esto no resulta especialmente malo  dependiendo de las preferencias y gustos del lector. Me explico: Los elementos con los que juega la autora son muy limitados, pocos personajes principales, escenarios prácticamente insinuados en lugar de muy desarrollados, secuencias que juegan con la interpretación, el surrealismo e incluso lo bizarro, hace que uno se imagine las situaciones representadas no en forma de película, sino en obra de teatro, donde los actores van de un lugar a otro, dialogan entre ellos, expresan sus emociones en voz alta, luchan , mueren,... pero donde no siempre están obligados a abrirse totalmente al espectador, que busca un significado y una razón de ser.

La idea que aguarda en VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO me ha gustado. Me ha gustado mucho. Lo imperceptible de su trama, la reinterpretación del tema del sexo, de que algo como el deseo carnal vuelve a convertirse en tema tabú sin llegar a la pornografía vulgar  o los sanguinarios extremos de la obsesión. Todos estos temas se reflejan en las páginas de la novela y hará las delicias de los que disfrutan de los extraño, lo salvaje e inusual. Características de las que yo mismo disfruto y por lo que repito, la obra de Alicia Sánchez me ha gustado... pero podría haberme gustado muchísimo más.

Una historia como la de Violeta exige de algún modo que se profundice en sus personajes, que invite al lector a meterse en la mente de los involucrados, empezando por la misma Violeta, personaje que por su atractivo y extraña naturaleza es por si sola una promesa de sorpresas inesperadas pero que, tras la primera puesta en escena donde se descubren su casi mágicas habilidades, la que parecía ser al menos la coprotagonista de la novela queda relegada al papel de objeto de deseo y meta a alcanzar por el resto de los personajes... de modo que sabemos lo que quiere Sola, su madre, sabemos los planes de Flora, los de Alexander, etc, pero nunca llegamos a saber qué quiere Violeta, qué piensa de sí misma, de los demás... todo queda demasiado difuso y diluido a lo largo de la trama, hasta llegar a un desenlace abrupto, a mi modo de ver confuso que no precipitado o malo, no nos engañemos, pero se trata de un momento clave donde una novela capta toda tu atención, agita las ideas que has ido acumulando y crea un combinado cuyo sabor no llega a ser desagradable, pero si extraño.

Y hablo de Violeta porque es el caso más evidente, pero casi la totalidad del reparto de la novela de Alicia son ejemplares que no tienen desperdicio alguno. Da la sensación de que el mundo en que se ambienta VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO es un Freakshow lleno de mentes perversas y atormentadas con pasados oscuros pero que, de nuevo apenas se nos permite un vistazo rápido a sus personalidades, sentimientos  o deseos, salvo como mucho el caso de Sola, figura central y decisiva en el incierto destino de su misteriosa hija. Así, las posibilidades de personajes que podrían dar mucho juego como los de Rubén o Carlos se pierden por el camino para desgracia nuestra, dejando poco recuerdo y ninguna emoción en su paso.

Tampoco puedo hablar mucho más de esta novela por lo comentado al principio, no quiero parecer un ignorante y acabar convencido de que hay cosas que se me han escapado del trabajo de Alicia Sanchez pese a ser consciente de que están a la vista de todos. No obstante, con sus contras, VIOLETA EN EL JARDÍN DE FUEGO es una novela muy disfrutable en toda su lectura (a lo que ayuda su corta extensión aunque no me hubiera molestado aumentar el número de páginas a favor de la profundización de sus protagonistas principales), con un punto justo de sexo, una violencia extrema totalmente inesperada, impregnada constantemente de una dura crítica moral al ser humano, la cual viene reflejada por el egoísmo y la crueldad del hombre (y la mujer) y donde la bondad y el bien no siempre se esconde en los contenedores más llamativos y bellos.

Un trabajo raro pero agradable. De los que es difícil expresar una opinión, no porque no diga nada al lector, sino porque son tantas las ideas que deja que uno no sabe cuál es verdadera y cuál falsa.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Reseña: IT (ESO) de Stephen King.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

IT (ESO) de Stephen King.

¿Quién o qué mutila y mata a los niños de un pequeño pueblo norteamericano? ¿Por qué llega cíclicamente el horror a Derry en forma de un payaso siniestro que va sembrando la destrucción a su paso? Esto es lo que se proponen averiguar los protagonistas de esta novela. Tras veintisiete años de tranquilidad y lejanía una antigua promesa infantil les hace volver al lugar en el que vivieron su infancia y juventud como una terrible pesadilla. Regresan a Derry para enfrentarse con su pasado y enterrar definitivamente la amenaza que los amargó durante su niñez. 

Saben que pueden morir, pero son conscientes de que no conocerán la paz hasta que aquella cosa sea destruida para siempre.

La última vez que en este blog mencionábamos al escritor de Maine (fue analizando el ENSAYO escrito por Tony Jiménez sobre la vida y obra del maestro del terror), hacíamos alusión a un espécimen concreto de lector de libros de horror, ése que en una vena de pensamiento neovictoriano, ególatra y clasicista se ríe y reniega de la importancia o calidad de las obras y autores que aún siguen tan vivos como activos en el mundo de la escritura. Vamos, que si no lees historias sobre un Providence donde el pulpo a la gallega te come a ti o ambientadas en un Londres donde hasta los cuervos tienen algo que decir, es que lo tuyo es postureo o solo lees literatura basura para las masas.

Yo creo que cada lector, al igual que cada libro, es un mundo y cada uno de ellos busca en una historia escrita para provocar miedo, bueno... eso... que le dé miedo. Pongamos como ejemplo mi caso personal con Lovecraft. Su obra puede resultarme interesante, grandiosa en algunos momentos, llena de imaginación y cargada de una prosa exquisita (sobrecargada más bien), sus relatos pueden provocarme intriga, repulsa, sorpresa... pero no miedo. Y no me da miedo por muchas razones, pero principalmente por la falta de empatía con casi todos los elementos y entornos creados. No me siento identificado con la época, costumbres o personajes y sus historias no me quitan el sueño ante la inminente sensación de que algo acecha tras el velo de la ficción y, a veces, tengo que recurrir a imaginarme ese mismo cuento adaptado a un entorno conocido, actual y más realista para intentar entender el horror que el escritor quiere trasmitir.

Sin embargo, muchos relatos ambientados en la actualidad pueden contener elementos, por escasos y superficiales que sean, que te trasladan más allá del papel del mero lector y te hace partícipe de la acción y las sensaciones de sus protagonistas y, es curioso, pero cuanto más identificado se siente uno con los personajes y su mundo, más fácil es que monstruos, reales o imaginarios emerjan en nuestra mente.

No son pocos los autores que usan como telón de fondo escenarios y situaciones cotidianas para todos nosotros e incluso tiempos pasados que nos despiertan cierta nostalgia, pero tampoco son muchos los que consiguen convertir una simple rutina del día a día en la peor de las pesadillas. Siendo generosos, podría citar autores patrios como Jasso, Eximeno o Bueso para ilustrar esta idea, pero todo presente tiene que tener un pasado, todo paso avanzado deja atrás un sendero recorrido, y en mi caso uno de los responsables de que sea este y no otro el miedo que busco en las páginas de una novela es ese flautista de Hamelín de la literatura cuyas composiciones nos hacen bailar como marionetas sin poder sobre nuestros propios hilos. Sí, ese escritor que para algunos solo escribe paja junto a su ejercito de negritos armados con máquinas de escribir... muy rápido olvidan que hace 20 años el "sobrevalorado precursor del susto fácil" creó una criatura que no solo compartiría la fama de los monstruos clásicos como Drácula, la momia o Freddy Krueger, sino que supondría (nuevamente) el posicionamiento de Stephen King como uno de los más importantes escritores del género, con una obra inmortal que funcionaría como faro para guiar a futuros juntaletras.

Hasta aquí nada nuevo, me estoy limitando a rellenar la introducción con información casi de conocimiento general y, pese a saber todo esto, IT siempre ha sido para mí esa pequeña cuenta pendiente, espina clavada o esa puerta misteriosa que ansías abrir pero al mismo tiempo temes que lo que puedas encontrar tras ella tampoco fuera para tanto... y, siendo seguidor declarado de King, habiendo disfrutado de clásicos como Carrie, El Resplandor o Las Cuatro Estaciones, ¿Qué diablos me impedía hasta ahora viajar a Derry y conocer a Pennywise y al club de los perdedores? Coño, pues que para alguien como yo que tiene como norma acabar absolutamente todo lo que lee, por bueno o malo que sea, ver un ladrillo de 1500 páginas supone, como mínimo, que me lagrimeen los ojos frente a tan desconocido panorama.



Podría resumirlo todo diciendo que no es la novela perfecta que muchos fanáticos ciegos a obras que no sean del escritor de Maine quieren hacernos ver, ni siquiera se ha situado como por arte de magia en el libro favorito de la amplia bibliografía del maestro, pero si puedo afirmar que estamos ante un trabajo brillante.

Resulta complicado el ejercicio de leer una obra de King y no compararla con trabajos anteriores o posteriores. No, no me refiero a la evidente semejanza entre IT y el famoso relato corto "El Cuerpo", aunque conviene pararnos un momento aquí. Ambas historias no solo están protagonizadas por un grupo de niños, en ese bello espejismo que es la amistad que todos alguna vez creemos irrompible, sino por el reflejo de una infancia propia donde cada lector puede verse en mayor o menor medida reflejado, creando historias ficticias que se convierten en recuerdos del pasado. IT, como tantas otras aventuras similares narra como estos chicos, en ese complicado peldaño a subir que separa la niñez de la vida adulta se enfrenta a una de las grandes aventuras que muchos también hemos vivido: las vacaciones de verano. Pero en esta ocasión, lejos de ser un periodo de diversión, travesuras, alguna que otra rodilla raspada y unas cuantas peleas de poca importancia, Bill y sus amigos se enfrentarán a un peligro mucho mayor de lo que puedan imaginar... incluso una vez sean adultos.

Puede decires que este elenco de personajes es la total ejecución de estereotipos que dicta alguna norma no escrita y, una vez vistos, aunque sean de manera superficial quizá nos veamos obligados a darnos la razón, pero no olvidemos un dato importante: estamos leyendo una novela de Stephen King y el escritor acostumbra a agarrar esos clichés de pandilla de postal en blanco y negro donde no faltan piezas conocidas como las del chico gordo, el bocazas o el marginado, y con una paleta de colores que aparentemente el de Maine posee de manera exclusiva, dota a cada rostro, a cada nimio rasgo y esquina del paisaje de colores de una viveza de la que es contagiada la personalidad y el carácter únicos y, por supuesto creíbles de dichos personajes, donde cada conversación, cada historia de sus pasados o cada recuerdo no son sino nuevas pinceladas que no recargan el resultado, sino que lo engrandece e ilumina. El cuadro final, de ese modo resulta en una experiencia compleja, un camino lleno de curvas, obstáculos y vistas memorables al interior de la mente y la naturaleza humana.

Mucha gente ha criticado tanto a IT como a otros de los trabajos más extensos de Stephen King por contener demasiado relleno, o porque según ellos, "No pasa nada en largos tramos de la novela". Cualquiera que esté curado de espanto con la obra de este escritor sabrá que leer un libro suyo se parece a charlar con un buen amigo donde los cambios de tema, giros de ideas y saltos entre historias son una constante. Hay gente a la que esto no le agrada y prefiere que se vaya al grano, pero para mí es una de las cualidades que mas disfruto de las historias de King. En IT esta costumbre se vuelve casi imprescindible. Un lugar como Derry no solo funciona como escenario para que los personajes actúen, su importancia es tal que el autor lo convierte en un personaje más (esa misma sensación que uno tenía con el hotel Overlook), sus calles son arterias, sus edificios músculos y cada habitante transporta un fragmento de su corazón. Cada capítulo que nos habla de la historia de Derry no es "Un tramo donde no pasa nada", sino que son parte fundamental y un paso obligatorio que hay que recorrer (y disfrutar) para entender la naturaleza de la criatura de los mil rostros, también conocida como Pennywise.

Comentábamos anteriormente que era difícil mientras uno lee no comparar una novela de King con sus otros trabajos. La lucha entre el bien y el mal es una constante en un amplio grosor de su trabajo, así como la exposición de ese mal de distintas y macabras maneras, a veces incuso en una misma obra.
Mientras leía IT me era inevitable comparar la representación del mal de Pennywise con la de cierto hotel encantado donde Jack Torrance y su familia vivieron una velada un tanto atropellada. Un perfecto ejemplo ambos de que el mal engendra al mal. Una fuerza desconocida que de por si es letal pero que tiene la capacidad de corromper todo lo que le rodea y usarlo a su beneficio. En EL RESPLANDOR veíamos a una madre y a su hijo pequeño convertirse en victimas de tal destino, en IT, Derry se convertirá en el campo de batalla de un payaso asesino que se alimenta del miedo de sus victimas y sus presas, niños pequeños cuya desbordante imaginación puede convertirse en una trampa... o en su única ventaja. Pero puede que Pennywise no esté solo, al igual que ocurría con el Overlook...

Stephen King no solo ha creado una historia estructuralmente asombrosa y una trama impecable, IT es también un manual para el novelista. Su ritmo adecuado, mantener al lector en constante interés pese al grosor de la historia, son firmas reconocibles en la época dorada del maestro del terror. Pero además tiene la capacidad de camuflar la aparente simpleza de su argumento (A ver, no deja de ser un libro sobre un monstruo que come niños y unos niños que no quieren ser comidos) con infinitud de elementos como los ya citados: la complejidad de sus personajes, la ambientación, el trasfondo e incluso la habilidad de simpatizar y reconocer la realidad en una historia de ficción. Pero también la estructura.

IT está narrada a dos tiempos, en 1957 y en 1985, alternándose estos capítulos y en consecuencia pasando de la infancia a la madurez de sus protagonistas en un constante cliffhanger usado con una maestría que nunca había visto en ninguna otra novela, y es que los capítulos donde seguimos a Bill, Ben, Bev, Richie, Eddie, Mike y Stan siendo ya adultos dejan caer, como una llovizna suave pero constante hechos que aun no se han relatado y que en vez de arrebatar, aumentan el interés y la curiosidad del lector, deseando llegar a fragmentos que sabe como acaba pero que se niega a creerlo posible. El paso de los años en Derry y su paisaje, cómo cambia en 27 años y sentir nostalgia junto a los chicos recordando paisajes, poder comparar al club de los perdedores 27 años después de enfrentarse por primera vez a Eso y decir "Joder, soy capaz de saber quien es cada uno solo leyendo sus conversaciones", todo esto son detalles que me hacen sumarme a esa masa de lectores que encuentran en IT, eso, sea lo que sea, que lo convierte en una cortina que separa una etapa de la literatura del terror con otra.

La novela no es perfecta, pese a un último tramo capaz de quitar el aliento, posee un final un tanto atropellado, facilón y bueno... bastante propio de King. Aunque para ser sinceros, quizá lo peor de esta experiencia sea cierto capítulo protagonizado por Beverly, una secuencia totalmente absurda, prescindible e innecesaria. Un fragmento que en mi opinión personal debería haber sido eliminado o cambiado en futuras ediciones, pero ¡Eh! soy un simple mortal con una opinión que no vale más que la de los demás...

No, la novela no es perfecta, pero no cambiaría el tiempo que he dedicado a disfrutarla por nada. IT es una novela que se cataloga como literatura de terror, pero es mucho, muchísimo más que eso. Da miedo, mucho miedo y en ocasiones algunas escenas pueden ser sobrecogedoras y extremadamente violentas, pero tengamos en cuenta que posiblemente se deba a que estamos viviendo el enfrentamiento entre el mal más básico contra la inocencia de los 12 años, y de como a veces, la pérdida de esta no es una derrota, sino un nuevo aliento que tomar cuando nos ahogamos.
IT es terror, pero también es aventura, es romance, es humor y sobre todo para mi ha supuesto una vista atrás, una ventana por la que poder contemplar aquellos años donde mi única preocupación era no llegar a casa con la ropa destrozada por los juegos a los que disfrutaba con mis amigos, mientras construíamos fuertes, merendábamos y nos gastábamos la paga en los recreativos.

Y he jugado con ventaja... He leído IT sin ver la película y por lo tanto sin dejarme influenciar por ella.

Esta es una de las novelas más complejas y bien elaboradas, entretenida y emotiva que podáis disfrutar. ¿De Stephen King? No, del género.