jueves, 24 de diciembre de 2015
Reseña: TELARAÑA de José Luis Cantos.
Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:
TELARAÑA de José Luis Cantos.
Ruby, una prostituta que cree haber encontrado la felicidad; Héctor, un policía suspendido por sus métodos brutales; Blanca y Alberto, una pareja de enamorados que sueña con abandonar la isla o Cotard, una adolescente con un don especial, son solo algunas de las personas que, enfrentadas a sus miedos y a sus fantasmas, tratan de mantener el equilibrio sin saber que las decisiones y acciones de cada uno afectarán a la vida del resto.
Esta es la historia de un puñado de personajes que luchan por subsistir en el salvaje entorno de Simetría, y cuyas existencias parecen estar unidas por el caprichoso entramado de una telaraña.
No hay lugar como el hogar.
Esta frase la popularizó Dorothy, la pequeña granjera de Kansas que tuvo la oportunidad de pasar el resto de sus días en un mundo mágico lleno de fantasía, donde las cosas imposibles se vuelven vulgares, donde reina la paz (tras el asesinato a sangre fría de la malvada bruja) y se la tendría como una heroína o salvadora del reino. Y sin embargo opta por volver a casa, a una vida regida por la rutina, el trabajo duro en el campo y a un futuro marcado por un matrimonio de conveniencia sin amor que tan común era en la época.
Pero repite conmigo: No hay lugar como el hogar.
Y repitelo cien veces más, como si de un mantra se tratara, porque no te equivocaras ni una sola vez que las palabras salgan de tu boca.
Y es que el hogar es así. Busca huecos en lo más profundo de nuestros corazones para guardar, como si de un baúl fuera, los recuerdos felices, los momentos inolvidables donde el cariño y la familiaridad reinan por encima de todo... pero también guarda llagas, heridas que nunca cierran y supuran nostalgia y tristeza. Y es costumbre en la caprichosa mente humana que ésta recurra con más reticencia a la puerta trasera de nuestras almas, donde ocultamos lo que no queremos encontrar. Fragmentos dominados por la idea de que no somos nosotros quienes elegimos ese lugar al que llamar hogar, sino que es él el que nos elige a nosotros, mientras se alimenta de nuestro sufrimiento, y cuanto más perdemos la esperanza, más fuerte se vuelve ese ente inmaterial que, engañados, nos acoge como los brazos de una madre abraza a sus hijos, como Simetría extendiendo sus hilos pegajosos, atrapando a su presa.
Dejadme que os hable de Simetría.
Simetría no es un buen lugar para vivir si no eres un asesino, un lunatico, un paria o una peligrosa lacra social. ¿Qué puedes esperar de un pedazo de tierra que ha sido expulsado del continente como quien extirpa un tumor maligno para que el mal no se extienda?
Ya comentamos hace unos meses, mientras girábamos en Simetría que, al mismo tiempo de ser conscientes de las depravaciones que un lugar así puede albergar, es dificil pasar por alto el efecto atrayente que nos alcanza hasta atravesarnos desde el primer momento que ponemos un pie en sus calles, como anzuelos que se hunden en nuestra piel, tatuando con ellas promesas de poder y dominación y consiguiendo en cambio dolor, repugnancia, muerte.
La culpa la tienen sus fundadores, Darío Vilas y Rafa Rubio, a los que se les ocurrió condensar todo el odio, toda la maldad del ser humano en un pequeño puñado de kilometros cuadrados, un lugar donde hacer que el lector sienta indefensión mientras recurre los mismos parajes y antros que el protagonista de la historia, mientras al mismo tiempo son expresados sus más ocultos y censurables deseos, y donde los escritores encuentran un mural en blanco donde plasmar esas obsesiones, sus mayores pesares y se da rienda suelta a la retorcida imaginación que no es bienvenida en ninguna otra parte.
Tras Darío y Rafa llegaron otros que con su pluma edificaron bloques de corrupción y asfaltaron calles para mas tarde decorarlas con cadáveres frescos. Autores como Ignacio Cid Hermoso pusieron la argamasa mientras que José Luis Cantos ponía ladrillo tras ladrillo con el objetivo de firmar una pared con su nombre...
... Y su nombre quedó marcado por toda Simetría.
Así, TELARAÑA es el nuevo homenaje de Cantos a esta ciudad del pecado.
Conocí la obra de José Luis Cantos gracias a la colección de relatos RELICARIO PARA INSOMNES, editado por Saco de Huesos, una muestra muy notable de la capacidad del autor para abordar el terror y el misterio. Pero ya sabemos que Simetría es una amante exigente, y como tal pide lo mejor de cada uno. Cantos ha sabido estar a la altura de las circunstancias y ha ido más allá de los requisitos mínimos que se le pedían, ya que TELARAÑA esta por encima de ser una historia, sino que estamos ante un relato formado por distintos relatos protagonizados por unos personajes que en un principio aparentemente no ofrecen ningún nexo para, en un habilidoso ejercicio narrativo entrelazar sus vidas y destinos en un conjunto que resume a la perfección la idea que se quiere mostrar sobre la ciudad.
Porque si, a lo largo de la novela veremos ir y venir a un conjunto de personajes con unas u otras características, pero todos y cada uno de ellos, desde un principio tienen como enlace al mayor protagonista de todos: Simetría. La cual se nos presenta casi como un ente vivo, con voluntad propia y muy, muy mala leche. Un monstruo que juega a ser el más sádico de los dioses usando a sus habitantes como peones en una partida amañada en la que siempre gana él.
El autor sitúa en el tablero un reparto de protagonistas formado por figuras que representa lo más bajo de una sociedad enferma y decadente. Unos victimas, otros verdugos (A veces sin saber ellos mismos lo que son), componen un elenco de habitantes de Simetría que son marionetas de hilos cortados y sustituidos por alambre de espino, caricaturas de los más bajos instintos que puede alcanzar el ser humano y a la vez pinturas hiperrealistas de la sociedad tanto dentro como fuera de los límites de Simetría, como dando a entender que es posible que la expulsión de la isla llegara demasiado tarde, que la enfermedad ya se ha propagado por el resto del mundo y que solo es cuestión de tiempo que se vea a esta terrible ciudad no como un mal recuerdo, sino como un comienzo.
El nexo no solo lo encontraremos entre las distintas tramas con las que empieza TELARAÑA, sino que se expande al resto de la obra dedicada a Simetría. Cualquiera que desde un principio ha profundizado en su historia (en mi caso todo comenzó con INSTINTO DE SUPERVIVIENTE y PIEZAS DESEQUILIBRADAS de Darío Vilas) encontraremos numerosas referencias de las historias que la componen, en especial en la mencionada GIRANDO EN SIMETRÍA, donde por primera vez se amplia y expande la información, dando respuesta, conclusión u orígenes a varios de los relatos que ahí leímos.
Es difícil catalogar dentro de un género concreto a TELARAÑA. Encontramos terror, no falta la novela negra entre sus líneas y rebosa Thriller emocional. además, a algunas tramas se le añade un pequeño tinte sobrenatural que no llega a desfigurar o empañar el realismo sucio que siempre ha imperado en las historias de Simetría, convirtiendo esta novela en algo cercano a la fantasía urbana oscura. Una fantasía donde no encontramos elegantes caballeros rescatando princesas de las garras del dragón de turno, sino que todos son dragones, depredadores constantemente al acecho. Y es que ya se sabe que en una ciudad como esta, si bajas la guardia estas condenado.
José Luis Cantos ha evolucionado muchísimo en su estilo pero sin perder personalidad propia, dotando a sus narraciones de la fuerza necesaria para crear suspense e incomodidad al lector. Y confusión de sentimientos, ya que si es fácil introducirse en la mente de los personajes, descubrimos que todos tienen su lado oscuro, por muy buena que sea la cara que se nos quiere mostrar, hasta el punto de no saber exactamente lo que deseamos de ellos. La arrogancia, la locura, obsesión, desesperación y deseo son sentimientos que quedan plasmados en la perfección en diálogos tanto externos como internos.
El ritmo de TELARAÑA es otro cantar, pues si bien al principio resulta pausado pero constante, ayudando al lector a situarse en el centro de la acción haciéndole comprender donde se ha metido, sin sacrificar por ello la intriga, llegando al último tramo de la historia la cosa se desmadra y la acción se vuelve frenética, en ocasiones incluso brusca, como si de algún modo pareciera que su autor quisiera concluir de una vez, deprisa y corriendo la novela y sacrificando de algún modo esa falta de prisas para llegar al desconocido destino que se nos propone. Esta necesidad de más páginas es posiblemente el mayor defecto que he encontrado. No por ello, empaña su formidable resultado final.
Aunque, y sin desvelar nada, dicho final es más que acertado, dejando el hilo lo suficientemente abierto como para desear que alguno de los personajes vuelvan alguna vez a las páginas de una nueva historia.
TELARAÑA es mucho más que un título para una novela, es la perfecta descripción de lo que aquí encontraremos. Personas atrapadas en una red formada por hilos que convergen entre si, donde tarde o temprano si seguimos su trama acabaremos encontrando a su dueño y señor, a la gran araña y su apetito voraz.
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tiene una pinta estupenda....a despertado mi interes esa linda ciudad llamada simetria
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