sábado, 10 de junio de 2017

Reseña: APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO de Antonio Malpica



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO de Antonio Malpica.

Ha pasado un año y medio desde que surgió el primer brote del virus. Los zombis arrasaron con la Ciudad de México y sólo algunos sobrevivientes se empeñan en permanecer en una urbe que tiene ya muy poco que ofrecer. Sin servicios públicos y con las calles pobladas de muertos vivos se sostiene una absurda sociedad conformada por tribus extravagantes que pugnan por sobrevivir. Es en este escenario en el que, después de un prlongado coma, despierta el profesor de matemáticas Gustavo Tapia y se une a la batalla diaria al lado de personajes como Malasangre, una ex alumna suya, Roque Mancilla, un minusválido de ácido humor y Teo Urquiza, un calamitoso chico con la peor buena suerte del mundo. Todos ellos, compartiendo el mapa urbano con los Yolos, los Hermanos del Mundo y los Boinas negras, confirman que la Ciudad de México no es más que una bomba de tiempo a punto de estallar en mil pedazos.

Erase una vez una editorial que centraba casi todos sus esfuerzos en el mundo del cómic que, ya fuera por intuición o gracia divina decidió publicar lo que entonces innovaría (aunque irónicamente retomando uno de los ejercicios más antiguos de la literatura) las historias de terror escritas en nuestro país, una especie de diario en la que un abogado de tierras gallegas narraba su difícil convivencia con infinitud de muertos vivientes, enfundado en su peculiar traje de neopreno y acompañado constantemente del gato con más mala suerte del mundo.
Loureiro y su APOCALIPSIS Z supusieron sin quererlo esa estruendosa explosión que antecedería a una avalancha formada por historias de zombis y supervivientes en el fin del mundo, centrando su atención unas veces en acción desenfrenada, otras en temas más existenciales que mostraban nuevas fronteras cuando estas se expresaban por en medio del fin de todo..., en definitiva, una colección variopinta de comecerebros que juntos conformarían la ya conocida Linea Z.

Curiosamente, muchas de las mejores ideas (es decir, historias que no fueran una copia de una copia de una copia) surgieron con los primeros títulos de la colección. APOCALIPSIS ISLAND, escrito por Vicente García fue uno de ellos, en el que nos retrataba una sociedad que ya había sobrevivido a un apocalipsis zombi y sin embargo cuando se inicia un nuevo brote, la humanidad se lleva una sorpresa al descubrir que lo que entonces ya habían aprendido, ahora no sirve para nada. Desgraciadamente, este título que ya avisaba que era la primera parte de una serie, terminó convirtiéndose en la saga más longeva que se escribiría en nuestra tierra (con el presente libro hablamos de un total de ocho). ¿Es esto malo? Pues no lo hubiera sido si cada nuevo capítulo no fuera más insustancial, innecesario y a veces absurdo que el anterior. No faltaron las participaciones de otros escritores como J.D., encargado de los volúmenes ORÍGENES y ORÍGENES II, éste último recuperando parte de la calidad e interés de la primera entrega gracias a dosis de acción casi bélicas, e incluso se atrevieron con algo parecido a un experimento social, en el que el autor debía escribir una historia usando de personajes a personas reales que solicitaban su participación, ademas de ajustarse este a las características y exigencias que a los participantes se les ocurriera. Un alarde de falta de seriedad al que titularon APOCALIPSIS ISLAND: EL CENTRO COMERCIAL. Los demás títulos de la saga (AI: AFRICA, AI: GUERRA TOTAL Z y AI: BATALLA FINAL) eran un desenfreno creciente de literatura desganada, con una trama forzadísima de esas que uno se imagina a su autor riéndose de nosotros mientras escupe párrafo tras párrafo y teniendo como cumbre de absurdez apoteósica el último volumen de la historia (o eso creíamos), una colección de estupideces que competía en aplicación de la física con Bob Esponja y donde sus protagonistas se limitaban a viajar por el mundo haciendo y diciendo payasadas que
causaban vergüenza ajena a cualquier lector que buscara un mínimo de calidad en su lectura.

Y cuando creíamos que lo malo ya había pasado, que ya se habían acabado los asedios donde se usaban a los zombis como munición de catapulta, que no volveríamos a ver un edificio simbólico siendo derruido a cabezazos ni una versión casposa y de bajo presupuesto de la batalla de Matrix Revolutions en su desenlace, van y se sacan de la manga un nuevo capítulo de una saga tan pasada y tan caducada que no le faltan moscas que revoloteen sobre los cadáveres de los ejemplares que nunca se vendieron.

Y resulta que APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO no es solo el mejor título de la saga, no es solo un buen libro. Es fantástico.

No, no estoy diciendo que ésta nueva entrega expíe los pecados de las anteriores ni que a estas alturas la salve de la condenación eterna y el mote de "Esa saga de la que solo se salvaba el primer libro, y por los pelos".  Lo que quiero decir es que posiblemente el mayor error que está cometiendo este libro desde que vio la luz es permitir que en su portada se permita que se use el título APOCALIPSIS ISLAND. Es como si Antonio Malpica, autor de esta nueva etapa, hubiera escrito una novela de zombis usando para ello su propio criterio y talento, y la editorial o ese dios al que se le rinde culto sacrificando no cabras, sino amor propio, le hubiera puesto como condición a ser publicada su obra que ésta debía formar parte a la fuerza del espectáculo circense en que se había convertido la creación de Vicente García antes de buscar otras victimas a las que engañar, como los jóvenes lectores deseosos de nuevas formulas de fantasía y magia con sagas que, y cito textualmente "marcarán un antes y un después en el género" y que sin embargo cayeron en el olvido antes incluso de que existiera.

La misma portada reza que estamos ante una historia independiente, y tiene razón. Realmente no hace falta haber leído ninguno de los anteriores títulos para disfrutar de APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO. Insisto en que si además podéis evitar hacerlo mucho mejor, ya que Malpica otorga en un solo libro lo que otros no consiguieron a lo largo de siete. Esto se traduce en: Un buen trasfondo, unos personajes profundos y una narrativa notable e inteligente. Ni siquiera necesita de una trama predefinida, puesto que esta historia va por una dirección más bien evolutiva, con la vista fija en el presente, no buscando que adivinemos el porvenir de los protagonistas o un objetivo concreto tipo "mata al malo, rescata al bueno", con lo que se consigue que no se pueda hablar de una historia predecible, ya que no hay nada que predecir. Con esto el autor consigue además que centremos nuestra atención en otros factores no argumentales, y para ello no duda en llamarnos la atención a cañonazos cargados con sensaciones que usa como munición.

No nos vayamos a equivocar, el punto de partida de esta historia no debería suscitar ninguna sorpresa para nadie a estas alturas. La novela nos suelta completamente indefensos en un terreno que ya no tiene salvación, calles tomadas por muertos que aún caminan, edificios preñados de muerte y de historias que nunca serán contadas, y blablabla... Vale, no existen golpes de originalidad que se atreva a explicarnos cómo hemos llegado a esto. Es más, si hablamos de originalidad, quizá tuviéramos que echar en cara a Antonio Malpica el como en apariencia prescinde de ella para presentarnos al profesor Tapia, pero no tardaremos mucho en dejar de buscar comparativas con el inicio de la serie The Walking Dead cuando descubramos que aquí lo que a veces parece una salida sencilla en realidad no es más que la entrada a otra sala o el comienzo de otro camino distinto.

Así pues, Malpica nos pone en el escenario de siempre, en las circunstancias de siempre, ¿Para contarnos la historia de siempre? Pues si, pero a la vez no.

La búsqueda constante de alimentos y suministros que cada vez escasean más, la necesidad de establecer un refugio seguro y encontrar supervivientes que puedan ayudarte o de los que uno se pueda aprovechar, encontrar pasatiempos que impidan que cedamos a la locura o una razón para no querer hacer el salto del ángel desde aquel edificio tan alto al que hemos echado el ojo desde hace tiempo... Todos estos son ingredientes conocidos para un guiso que ya hemos paladeado muchas veces y que conforman un cuadro que roba nuestra atención pero que esta vez, y al contrario de los anteriores títulos de la saga, no nos presenta un escenario de videojuego en el que encontramos munición y armas desperdigadas por todos lados, ciudadelas rodeadas de cúpulas indestructibles o engendros mutantes con poderes místicos importados directamente de Resident Evil. Lo que aquí tenemos es una sociedad que ha llegado a su fin, donde cada nuevo amanecer es un regalo y donde impera la ley del más fuerte. Hay muchos detalles tanto tradicionales como si no innovadores, si bastante peculiares que de algún modo hacen pensar en escenografías propias del mundo postapocalíptico que ya vimos en Mad Max y derivados, un ciudad convertida en jungla plagada de depredadores que no se van a molestar en valorar las necesidades de su presa y donde los protagonistas tiene, entre otros, un objetivo común; ser más listo que el cadáver que descansa en la acera.

Y es por medio de estas fotografías panorámicas y de otras más centradas en los pequeños detalles que Malpica atrapa al lector desde el comienzo de la narración, ignorando la linealidad argumental, olvidando si hay un objetivo concreto e incluso dificultando la visión especulativa del espectador en algo tan sencillo en este tipo de relatos como es saber diferenciar al bueno del malo. Porque repito, tanto uno como otro siguen ahí, y si aún hay humanos vivos en la Ciudad de Mexico es porque han sido más fuertes que los demás, y de una manera u otra, más moralista o menos ética se han ganado su lugar, ya sea siendo el que suba a la cima de una montaña de cuerpos descompuestos o siendo el que evitó ser un escalón más en esa escalera.
Desde el dogma al que rezan los nuevos Hermanos del Mundo, las motivaciones de los Boinas negras para seguir luchando un día más (una de las mayores y atractivas genialidades de la novela), cada uno tiene una razón de ser, una manera de actuar y unas normas de convivencia, pequeños detalles que son más intuitivos que visuales en muchas ocasiones, pero que siempre desembocan en la importancia de un mismo concepto: el individuo.

Si en la anterior reseña en la que criticábamos que los protagonistas de DE MADRID AL ZIELO 3: RESISTENCIA carecían de profundidad y de una historia personal que los hiciera únicos o al menos creíbles, en APOCALIPSIS ISLAND: MEXICO ocurre todo lo contrario. Malpica nos cuenta un relato que no se construye por sus situaciones, sino por sus personajes. No solo están ahí para contarnos su vida, sino que cada de ellas representa un pedazo de la historia general no exento de interpretaciones o valores. Todos ellos son supervivientes, pero eso no quiere decir que estén orgullosos del modo en que han llegado vivos a un nuevo día, ni hay momento en que no añoren un pasado en el que no tenían que correr por salvar sus vidas, que no tenían que vender su alma al diablo para llevarse un mendrugo de pan duro a la boca.
El quebradizo sentido del valor de Malasangre, el optimismo de Teo Urquiza, que es como un pegamento que impide que el mundo entero se haga pedazos, las constantes bofetadas de realidad que nos obliga a recibir Gustavo Tapia o Mancilla, bueno... por ser Mancilla simplemente. Todos ellos y muchos más personajes que irán apareciendo conforman el elemento vivo entre tanta muerte y por una vez, realmente sí se sienten vivos, y el nexo con el entorno y las condiciones en que se encuentran ligan sin un artificio exagerado e irreal, y lo hace mediante la lógica y no con una sobredosis de dramatismo que sabemos que a la larga puede terminar perjudicando el resultado final. Un niño que ha perdido la inocencia al ver morir a sus padres no deja de ser un niño, moralmente destrozado, pero no olvida sus otras preocupaciones inocentes e inconscientemente banales. Y la vida sigue. Esta es una lección que la presente novela quiere grabarnos en la mente, aunque sea por las malas y lo hace con uno de los aspectos más positivos de toda la obra, funcionando como viga de sujeción y al mismo tiempo como fachada atractiva: El matrimonio entre narrador y personajes.

En APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO predomina una atmósfera sucia y pesimista, y cada nuevo capítulo realza cierta sensación de desesperanza en el lector cuando uno de los personajes nos descubre una nueva y triste historia posterior al Día Z nos convence un poquito más de que todo el esfuerzo por seguir vivos es fútil y carente de sentido, y que solo sirve para alargar una pesadilla ya de por sí interminable. Sin embargo las nuevas sociedades, los últimos resquicios que mantienen vivo el recuerdo de lo que fuimos se mantienen firmes, no cediendo a la desesperación, casi burlándose de los que sí se han rendido, de los caídos y de esos héroes anónimos cuyos pedazos ahora llenan los estómagos de los muertos vivientes. Y el narrador de la historia no puede ni quiere mantenerse distante ante estos sucesos, sino que se deja contagiar y fortalecer así los sentimientos de los protagonistas, dejando de ser una simple voz que cuenta lo que ocurre para convertirse en una extensión del dolor, la rabia, cualquier emoción que reflejen en ese momento. Antonio Malpica no se limita a narrarte la historia, te la echa en cara, te abronca arrebatándote cualquier toma de decisión que crees tener y te culpa de cada nueva muerte sin perder naturalidad, como si llevara mucho tiempo haciéndolo, lo que se traduce como un estilo muy directo y a menudo cortante, no carente de cierta belleza literaria ni de un sentido del humor sórdido y malsano, aprovechándose de lo que sabe que sabemos y usándolo en nuestra contra cuando le conviene.

Concluyendo, APOCALIPSIS ISLAND. MEXICO no está exenta de fallos. No puede presumir sobre su originalidad en la puesta en escena igual que con su manera de llevar la historia de siempre por una dirección poco común, una dirección que nos hace imaginarnos lo que haría un cineasta como Robert Rodriguez ante la exigencia de crear un drama en un mundo plagado de zombis. También se pueden echar en falta detalles que ayudarían a sostener la credibilidad de la historia y que se ignoran u olvidan intencionadamente, pero aún con todo, estamos ante una novela magnífica... y me da pena, porque por mucho que se esfuerza en cerrarle la puerta en las narices al resto de la saga, una de las que más daño ha hecho al género junto con aberraciones como la escrita por David Wellington, mucha gente va a pasar de largo imaginándose un intento desesperado por reflotar algo que es mejor por el bien de todos que se mantenga hundido (por muchas tacitas para Colacao que se regalen), y perdiéndose uno de los mejores intentos de la actualidad de demostrar que aun se pueden hacer grandes cosas con un género del que se ha abusado tanto como es la literatura Z, y se puede hacer si se mira en la dirección correcta, una dirección que suele señalar muchas veces a los vivos, no a los muertos.

1 comentario:

  1. No pensaba leerla, pues las anteriores dejaban mucho que desear, pero me has picado la curiosidad. MARDITO.

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